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BEAMISH PUEBLO MUSEO

 |  Hermanas Ferreira Gonçâlves (Círculo de Miedo/Autor)

A veces, en lugares del pasado, existe una terrible energía oscura y condensada, que se activaba con la presencia de los turistas.

BEAMISH PUEBLO MUSEO

(Inglaterra)

Cortesía de Isabela Ferreira Gonçâlves.

Siempre acostumbrada a relatarles a mis hermanas gemelas las vivencias extrañas que me ocurren para la página de Círculo de Miedo y cuyos seguidores son un gran apoyo a la misma compartiendo sus vivencias, les reservé una experiencia a nivel paranormal que tuve cuando fui a Inglaterra a cuidar de mi hija que esperaba un bebé.

Con la alegría de tener un nieto más, cuidarlo y mimarlo, después de la cuarentena fuimos a pasear a un pueblo convertido en un museo al aire libre llamado Beamish, su aspecto es de 1913, incluso muestra la revolución industrial de 1825.  Posee edificios de estilo victoriano:  almacenes, pub, establos, parada de carruajes, vehículos de la época, una imprenta, un banco, una estación de tren y una tienda de dulces.  Además, un museo subterráneo de la mina, con una locomotora a vapor, es como dice el folleto “Una ventana a otra era”.  El lugar es sumamente interesante pues permanece intacto en su pasado, incluso puedes entrar en sus establecimientos, casas y calles sintiendo aquel ambiente de antaño.

Las sensaciones, para personas perceptivas como somos las hermanas Ferreira Goncalves no se hicieron esperar, me inquietaba pues veía sombras, circular a su antojo que no pertenecían a este espacio.  Las impresiones más fuertes las percibí al entrar en una escuela donde el sonido de voces infantiles me sorprendió, mientras un escalofrío recorría toda mi espina dorsal, sentí que no estaba sola y que allí permanecían sus esencias, no sería de extrañar que de un momento a otro se proyectaran astralmente.

Igualmente me ocurrió una sensación rara en una especie de bar donde solían reunirse los mineros a tomar una bebida alcohólica.  Allí no solo escuché voces, sino que sentí su olor, su cansancio y sentimientos, cuya cerveza o whisky mitigaban en parte sus penas.  Meditaba en todo esto, hasta que me interrumpió la presencia de un viejo grosero que me tropezó y sin disculparse me miró de una forma horrible, a tal punto que escupió al piso mirándome con desprecio, inmediatamente reaccioné.

_¡Es usted un mal educado, un patán!—Mi hija al ver la discusión se acercó sorprendida.

_¿Qué pasa mamá?

_Chica, que ese viejo inmundo escupió en el suelo y…

_Mamá no hay nadie, estás hablando sola y la gente te está mirando.

Efectivamente al perder el contacto visual ya aquel viejo no estaba, solo había un grupo de gente que me miraba como a bicho raro.

Lo que puedo decirles es que fue un momento horrible lleno de miedo e indignación, pues sentí que aquel perverso hombre odiaba a las mujeres y que las agredía sin ningún sentimiento de culpa, como si se lo merecieran.

Estoy segura de que todo esto se debía a la terrible energía condensada allí, la cual se activaba con la presencia de los turistas, algunos la perciben, otros por el contrario pasan desapercibidos, pero estamos lo que hacemos contacto visual con ellos, absorbiendo aquella energía oscura, como fue mi caso.

Hermanas Ferreira Gonçâlves.  (Círculo de Miedo/Autor)

 

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