JUGARON CON LA OUI-JA
_¡¿Hay aquí algún espíritu que quiera comunicarse con nosotros?… Si lo hay; que se haga presente!
Los Teques/Venezuela.
Asistir a las tertulias de Halloween o a la Noche de las Brujas como niña fue una cosa, pero como adulta fue otra.
Primero teníamos una reunión exclusiva para nosotras ya que éramos pocos niños, era bonito y hacíamos una sesión de fotos y juegos divertidos, ni que decir de las meriendas que a todo niño le encanta, aparte de eso un cotillón de dulces. Así mismo como repartir a los niños de la calle los caramelos desde la reja del pasillo, era muy divertido.
Cuando cumplí 13 años, mis tías, como yo les decía cariñosamente, ya que nos trataban a la par de sus sobrinas, me dejaron ir a la fiesta de los adultos, y para mí fue algo realmente interesante, más porque hacían juegos de otro nivel. Uno de ellos fue con la misteriosa “Oui-Ja”, juego prohibido no solo por mi madre, quien era materia, sino por los maestros en la escuela, ya que entre los estudiantes eso era una práctica común y había resultado en algunos casos desastrosos, por lo que era un tema tabú.
Pero allí estaba yo, sin mi mamá y a punto de presenciar en vivo una sesión con la tabla Oui-Ja, esta era una herramienta original de adivinación para comunicarse con los espíritus, nada de letras garabateadas en un papel de cuaderno como lo hacían los estudiantes, era real, estaba marcada con las letras del alfabeto, los números del 0 al 9, las palabras "Sí", "No", "Hola" y "Adiós", representadas con dibujos misteriosos de la luna y el sol. Así aprendería todos los pasos y podría decirles a mis compañeros en el liceo que lo había hecho.
Todos nos sentamos alrededor del misterioso tablero, curiosos, ansiosos, pero también asustados, lo digo no solo por mí, sino por los rostros de los presentes.
_¡Silencio por favor!—Ordenó mi tía Bea.—Esto no es un juego, la tabla Oui-Ja se usa para contactar a los muertos o acceder a reinos invisibles, así que si no te sientes preparado, mejor márchate ahora que es tiempo.—Nadie se movió.—Ahora bien, una advertencia, por nada de lo que escuchen o vean rompan el círculo, si hacemos contacto, eso nos pondrá en peligro a todos, ¿lo entienden bien?
Al comenzar la sesión, fijamos la mirada en el tablero rodeado de velas y una de mis tías declamó estas extrañas palabras para invocar a los muertos.
_¡¿Hay aquí algún espíritu que quiera comunicarse con nosotros…? Si lo hay, que se haga presente!—No sé si era el miedo, pero yo sentí que sonó en eco aquellas palabras de conexión.
El cursor quedó en su lugar, no hubo movimiento alguno, y continuaron repitieron aquellas misteriosas palabras como si fuera una letanía, como si fuera una invocación.
_¡¿Hay aquí algún espíritu que quiera comunicarse con nosotros…? Si lo hay, que se haga presente!
El silencio era cada vez más intenso, los jugadores intercambiaban miradas, cualquier ruido nos sobresaltaba, y yo juraría que no estábamos solos. La oscuridad opacaba las velas, las sombras se agigantaron deformándose en las paredes, algo o alguien movió la plancheta o cursor, pero no hubo nada más. No obstante, algo dominaba el espacio que comenzó a ser muy pesado, sentí que algo se montaba sobre mi espalda, traté de controlarme porque sé que ellas tenían un gato, pero no, aquello era invisible y me infringía peso. Estaba aterrada y como no podía romper el círculo pasé por un sufrimiento terrible, fue cuando me acordé de las advertencias de mi mamá: ¡Mosca con una vaina carajita!
Ellos según dijeron que no hicieron contacto, o por lo menos así se creyó, cerraron el portal dando gracias a pesar de la nulidad.
Solo sé que cuando regresé a la casa no pude dormir, mi mamá me dijo que algo se me recostó en esa fiesta y tuvo que mandarme hacer una limpia. A partir de allí no quise jugar más nunca con la tabla Oui-Ja, la sensación de ser tocada aquella noche de Halloween por seres espirituales me aterró profundamente.
Hermanas Ferreira Gonçâlves. (Círculo de Miedo/Autor)